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LLIESMA

LIBROS ONLINE PARA REPASO

COMPONENTES DEL DEPARTAMENTO

CURSO 2016/2017


D.ª Pilar Arrebola

D. Ángel Campillo

D.ª Cristina Castilla

D.ª Gloria García

D. Luis Navarro

D.ª 

 

CURSO 2016/17

PLAN DE RECUPERACIÓN DE PENDIENTES

Libros de texto online:

Libros de texto en pdf para que podáis consultar vuestras dudas. Además contienen numerosas actividades que os pueden ayudar:

-Libro de 6º de primaria que puede serte muy útil

-Libro de 1º de ESO. Ed. Santillana

-Libro de 1º de ESO. Marea verde   

-Libro de 2º de ESO. Marea verde    

-Libro de 2º de ESO. Cide@d

-Libro de 3º de ESO. Marea verde

-Libro de 3º de ESO. Cide@d

-Libro de 4º de ESO. Cide@d

Departamento de Lengua

 

COMPONENTES DEL DEPARTAMENTO

CURSO 2016/2017


D.ª Pilar Arrebola

D. Ángel Campillo

D.ª Cristina Castilla

D.ª Gloria García

D. Luis Navarro

D.ª 

 

CURSO 2016/17

PLAN DE RECUPERACIÓN DE PENDIENTES

Libros de texto online:

Libros de texto en pdf para que podáis consultar vuestras dudas. Además contienen numerosas actividades que os pueden ayudar:

-Libro de 6º de primaria que puede serte muy útil

-Libro de 1º de ESO. Ed. Santillana

-Libro de 1º de ESO. Marea verde   

-Libro de 2º de ESO. Marea verde    

-Libro de 2º de ESO. Cide@d

-Libro de 3º de ESO. Marea verde

-Libro de 3º de ESO. Cide@d

-Libro de 4º de ESO. Cide@d


CURSO 2014/15

 

Programaciones.

Extractos (al final de las programaciones)

Plan de recuperación de pendientes (integrado en las programaciones)

 

ESO INIC

PROGRAMACIÓN DE ESO.

DIVERSIFICACIÓN

PROGRAMACIÓN DE TALLERES

BACH GENERAL

PROGRAMACIÓN DE BACHILLERATO

PROGRAMACIÓN DE PROYECTO INTEGRADO: COMENTARIO DE TEXTOS

 

RESUMEN DE LOS CRITERIOS DE EVALUACIÓN Y CALIFICACIÓN

 

Curso 2013/14

ESO

nino-escribiendo-2ESO3
ESO2ESO5

 

 

 

 

 


 

BACH2BACHSEGUNDOBACHliu

 

PLAN DE RECUPERACIÓN DE PENDIENTES

CURSO 2013-14

 

Los criterios de evaluación serán los aplicados para el nivel con carácter general. En cuanto a los procedimientos de evaluación y criterios de calificación, serán como sigue:

Los alumnos realizarán dos exámenes parciales y una recuperación final, además de la prueba de septiembre:

-Primer parcial (entre el 11 y el 15 de noviembre de 2013. Su profesor les indicará día, hora y lugar concretos): la primera mitad de los temas del libro de texto usado durante el curso anterior, que el Departamento  proporcionará en préstamo a los alumnos con la materia pendiente que lo soliciten.

-Segundo parcial (entre el 10 y el 14 de febrero de 2014. Su profesor les indicará día, hora y lugar concretos): la segunda mitad de los temas del libro de texto usado durante el curso anterior.

-Prueba de suficiencia (entre el 5 y el 9 de mayo. Su profesor les indicará día, hora y lugar concretos) (en 2º de Bachillerato esta prueba será el día 12 de abril): se presentarán los alumnos con alguno de los exámenes parciales, o los dos, suspensos. No tendrán que hacerlo quienes aprobaran los dos exámenes anteriores.

Los contenidos de cada examen señalados arriba se refieren a los del libro y no a lo explicado el curso anterior. Quiere eso decir que puede preguntarse sobre contenidos del libro aunque el curso anterior no se vieran por cualquier motivo. 

El día fijado para la realización de dichas pruebas, el alumno debe entregar, en el momento de la prueba, las actividades que su profesor le habrá indicado con antelación (ejercicios y/o resúmenes). La entrega de estas actividades será imprescindible.

     La calificación de cada una de las dos evaluaciones será la del examen correspondiente, siempre que se hayan entregado previamente todas las actividades obligatorias determinadas por el Departamento. En caso de no haber entregado las mismas, el examen estará suspenso.

     La nota final será la media de las dos notas parciales, siempre que ambas estén aprobadas. O, en caso contrario, la de la prueba de suficiencia.

     En septiembre tendrá lugar un último examen de toda la materia, previa entrega de las actividades indicadas para las dos pruebas del curso.

 

LIBROS DE TEXTO

CURSO 2013/2014

CURSO

AUTORES

TÍTULO

EDITORIAL

ISBN

1º ESO

Ó. L. Ayala Flores / C. Martín Daza

LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA 1º DE ESO

AKAL

978-84-460-3493-3 

2º ESO

Ó. L. Ayala Flores / C. Martín Daza

LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA 2º DE ESO

AKAL

978-84-460-3507-7

3º ESO

F. Muñoz Marquina / J. A. Martínez Jiménez / M. A. Sarrión Mora

LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA 3º DE ESO

AKAL

978-84-460-3494-0

 

4ºESO

R. Sánchez Gay y otros

LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA 4º DE ESO

McGRAW-HILL 

978-84-481-6450-8 

1º BACH.

Mateos Donaire y otros 

LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA 1º DE BACHILLERATO

McGRAW-HILL


 

978-84-481-8044-7

 

2º BACH.

Galván Magro y otros

LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA 2º DE BACHILLERATO

McGRAW-HILL

 √ 

978-84-481-8360-8 

PROGRAMACIONES CURSO 2013-14

1º DE ESO.

2º DE ESO.

3º DE ESO.

4º DE ESO.

4º DE ESO. DIVERSIFICACIÓN.


1º DE BACH.

2º DE BACH.

LITERATURA UNIVERSAL

CALENDARIO DEL CURSO 2013-14
(Pulsar sobre la imagen)
 

ACTIVIDADES DE REFUERZO PARA 2º DE ESO.

ACTIVIDADES DE REFUERZO

Encontraréis las actividades para reforzar/repasar/ampliar vuestro dominio de la asignatura de Lengua

de 1º de ESO. en el curso 2013-2014 pulsando este enlace:

de 2º de ESO. en el curso 2013-2014 pulsando este enlace:

 

 

 

LA PAUSA SEMANAL

¿QUÉ ES “LA PAUSA SEMANAL”?

Este es un blog creado por el Departamento de Lengua Castellana y Literatura del I.E.S. Medina Azahara de Córdoba (España) con el fin de insertar cada semana textos breves aportados por alumnado y profesorado del centro como un medio más para fomentar la lectura. Los textos serán propuestos por tener un significado especial para la persona que los seleccione o por hacer referencia a algún día señalado para nuestra comunidad educativa. Añadiremos una breve reseña biográfica del autor, junto con los motivos de la elección del texto. Esperamos disfrutar, descubrir o recordar lecturas interesantes.

Si quieres compartir esa pausa semanal, pulsa sobre el siguiente enlace:

La pausa semanal

LECTURAS RECOMENDADAS PARA EL VERANO. 3º DE ESO.

LECTURAS RECOMENDADAS PARA EL VERANO 2010.

TERCERO DE ESO.

Sospechosos de Leer

1. CHICO QUE IMITABA A ROBERTO CARLOS EL (CASARIEGO CÓRDOBA)

(ANAYA. ESPACIO ABIERTO)

2. CIUDAD DE LAS BESTIAS (ISABEL ALLENDE) (MONTENA)

3. CLAN DE LA LOBA, EL (CARRANZA, MAITE) (EDEBÉ)

4. CRUZ DE EL DORADO (C. MALLORQUÍ) (EDEBÉ)

5. CRUZADA EN JEANS. (BECKMAN) (SM. GRAN ANGULAR)

6. CUARTOS OSCUROS (MADRID)

7. DIARIO EN UN CAMPO DE BARRO (R. GÓMEZ) (EDELVIVES)

8. EN UN LUGAR LLAMADO TIERRA (SIERRA I FABRA) (ED. SM, COL. GRAN ANGULAR)

9. FINIS MUNDI (GALLEGO GARCIA) (SM. BARCO DE VAPOR)

10. FLÁNAGAN DE LUXE (MARTÍN - RIBERA) (ANAYA. ESPACIO ABIERTO)

11. HISTORIA FAMILIAR UNA (NÖSTLINGER, C.) (ALFAGUARA)

12. HOLA, ¿ESTÁ MARÍA? (LOPEZ NARVÁEZ-M SALMERÓN) (BRUÑO)

13. HOYOS (LOUIS SACHAR) (SM. EL BARCO DE VAPOR)

14. LAZARILLO DE TORMES, EL (ANONIMO)

15. MORIRAS EN CHAFARINAS (LALANA) (SM.  GRAN ANGULAR)

16. NO PASARAN! EL VIDEOJUEGO (C.  LEHMANN) (ESPASA JUVENIL)

17. NOCHE DE VIERNES (SIERRA I FABRA) (ALFAGUARA)

18. NUNCA SERÉ TU HÉROE (MENÉNDEZ-PONTE) (SM)

19. PASO DEL ESTRECHO EL (LALANA) (BRUÑO)

20. RAQUEL (SIMÓ) (ED ALBA)

21. SIN MÁSCARA (GÓMEZ CERDÁ) (SM.  ALERTA ROJA)

22. VIERNES O LA VIDA SALVAJE (TOURNIER)

23. PUPILA DE AGUILA.  (GÓMEZ CERDÁ) (SM.  GRAN ANGULAR)

 

RALLY DEL MEDINA AZAHARA

AQUÍ TENÉIS UN RELATO MUY INTERESANTE. A PESAR DEL TONO, ES PACIFISTA.

LAS HORMIGAS

Boris Vian

Boris Vian

 

 

 

 

 

 

 

Llegamos esta mañana y no nos recibieron muy bien que digamos, porque en la playa no había nada más que montones de tipos muertos o mon­tones de pedazos de tipos, de tanques y de camio­nes desbaratados. Las balas venían un poco de to­das partes, y a mí no me gusta ese desorden por amor al arte. Saltamos al agua, pero era más pro­funda de lo que parecía, y me resbalé sobre una lata de conservas. Los confites le volaron los tres cuartos de la cara al pibe que estaba justo a mis espaldas, y yo me quedé con la lata de conservas de recuerdo. Puse los pedazos de su cara en mi casco y se los di, y él se fue a que lo curen, pero me parece que se equivocó de camino porque entró en el agua hasta que no hizo pie, y no creo que vea lo suficiente en el fondo para no perderse.

Luego corrí hacia donde había que correr y lle­gué justo para recibir una pierna en plena cara. Tra­té de insultar al tipo, pero la mina no había dejado más que unos pedazos no muy prácticos de mane­jar, así que ignoré su gesto y continué.

Diez metros más adelante me reuní con otros tres muchachos que estaban detrás de un bloque de cemento y que tiraban de la esquina de una pa­red, más arriba. Estaban sudorosos y mojados y yo debía estar como ellos, así que me arrodillé y tiré también. Volvió el teniente, se agarraba la cabeza con las dos manos y salía algo rojo de su boca. No parecía contento, y rápidamente fue a acostarse so­bre la arena, con la boca abierta y los brazos para adelante. Seguro que ensució bastante la arena. Era uno de los pocos lugares que quedaban limpios.

Desde esa posición nuestra lancha encallada te­nía un aspecto completamente idiota, y lue­go ni siquiera tenía aspecto de lancha cuando los dos obuses le cayeron encima. No me gustó, por­que todavía quedaban dos amigos adentro, con las balas recibidas al levantarse para saltar. Golpeé el hombro de los tres que tiraban conmigo y les dije: "Vengan, vamos". Por supuesto, los hice pasar pri­mero y tuve buen olfato, porque el primero y el se­gundo fueron bajados por los otros dos que nos rociaban, y sólo quedaba uno delante de mí, pobre viejo, no tuvo suerte, no bien se deshizo del peor, el otro tuvo justo el tiempo de matarlo antes de que yo me ocupara de él.

Esos dos puercos, detrás de la esquina, tenían una ametralladora y montones de cartuchos. La orienté en la otra dirección y apreté, pero me detu­ve enseguida porque me rompía los oídos, y además acababa de encasquillarse. Deben estar ajustadas para no tirar del lado que no corresponde.

Ahí estaba más o menos tranquilo. Desde lo alto de la playa se podía aprovechar el panorama. Sobre el mar había humo en todos lados y el agua brotaba muy alto. También se veían los rayos de las salvas de los grandes acorazados, y sus obuses pasaban sobre la cabeza con un gracioso ruido sor­do, como un cilindro de sonido grave taladrado en el aire.

Llegó el capitán. Quedábamos justo once. Dijo que no era mucho pero que se arreglaría así. Más tarde llegaron otros. Por el momento nos hizo ca­var agujeros; para dormir, pensaba yo, pero no, hu­bo que meterse adentro y seguir tirando.

Felizmente aclaraba. Ahora desembarcaban grandes hornadas de lanchas, pero los peces se les escapaban entre las piernas para vengarse del baru­llo y la mayoría caía al agua y se volvía a levantar gritando como perdidos. Algunos no se levantaban y se iban flotando con las olas, y enseguida el ca­pitán nos dijo que neutralizáramos el nido de ame­tralladoras, que había empezado a golpear otra vez, progresando detrás del tanque.

Nos pusimos detrás del tanque. Yo último por­que no me fío mucho de los frenos de esos aparatos. De cualquier manera es más cómodo caminar de­trás de un tanque porque no hay necesidad de enre­darse en las alambradas y las estacas caen solas. A mí no me gustaba su manera de despachurrar los cadáveres con una especie de ruido que hace daño recordar; al principio es bastante caracterís­tico. Al cabo de tres minutos saltó sobre una mina y se puso a arder. Dos de los tipos no pudieron salir y el tercero sí, pero uno de sus pies se quedó en el tanque y no sé si se dio cuenta antes de morir. Al final, dos de sus obuses ya habían caído en el nido de ametralladoras rompiendo los huevos y tam­bién a los hombrecitos. Los que desembarcaban se vieron más aliviados, pero entonces una batería an­titanque se puso a escupir a su vez y cayeron por lo menos veinte al agua. Yo hice cuerpo a tierra. Desde mi lugar los veía tirar inclinándome un poco. El armazón del tanque que llameaba me protegía un poco y apunté cuidadosamente. El tirador cayó retorciéndose mucho, seguramente yo había golpea­do demasiado bajo, pero no pude rema­tarlo, primero tenía que bajar a los otros tres. Me costó trabajo, felizmente el ruido del tanque que llameaba me impidió oírlos berrear, también había matado mal al tercero. Por lo demás, la cosa seguía saltando y humeando por todos lados. Me froté los ojos un buen rato para ver mejor porque el sudor me impedía hacerlo, y el capitán había vuelto. Sólo utilizaba su brazo izquierdo. "¿Puede vendarme el brazo derecho muy apretado alrededor del cuerpo?" Dije que sí y empecé a envolverlo con las vendas, y luego abandonó el suelo con los dos pies a la vez y se me cayó encima porque una granada había estallado a sus espaldas. Se puso rígido instantá­neamente, parece que eso pasa cuando se muere muy cansado, en todo caso era más cómodo para sa­cármelo de encima. Y luego debí dormirme, y cuan­do me desperté, el ruido venía de más lejos y uno de esos tipos con cruces rojas alrededor del casco me daba café.

 

II

Después partimos al interior y tratamos de po­ner en práctica los consejos de los instructores y las cosas que aprendimos en las maniobras. El jeep de Mike volvió al rato. El que conducía era Fred, y Mike estaba en dos pedazos; con Mike, habían encontrado un alambre. Están equipando los otros coches con una hoja de acero adelante porque hace demasiado calor para andar con el parabrisas le­vantado. Todavía escupen en todos lados y hay pa­trulla tras patrulla. Creo que se avanzó demasiado rápido y cuesta trabajo conservar el con­tacto con el abastecimiento. Nos barrieron por lo menos nueve tanques esta mañana, y pasó algo cu­rioso, la bazooka de un tipo voló con el cohete y él se quedó enganchado detrás por la correa. Es­peró a estar a cuarenta metros y bajó en paracaídas.

Creo que van a verse obligados a pedir refuerzos porque acabo de oír como un gran ruido de poda­dora, habrán debido cortarnos la retaguardia...

 

III

...Esto me recuerda hace seis meses cuando acababan de cortarnos la retaguardia. Ahora debe­mos estar completamente rodeados, pero ya no es el verano. Felizmente, nos queda de comer y hay municiones. Hay que relevarse cada dos horas para hacer guardia, la cosa se vuelve cansadora. Los otros agarran los uniformes de nuestros tipos que caen prisioneros y se ponen a vestirse como nosotros, y hay que desconfiar. Y además, ya no hay luz eléc­trica y se reciben obuses en la cara de los cuatro lados a la vez. Por el momento, se trata de reanu­dar el contacto con la retaguardia; tienen que man­darnos aviones, empezamos a quedarnos sin ciga­rrillos. Afuera hay ruido, algo debe prepararse, ni siquiera hay tiempo de sacarse el casco.

 

IV

Realmente se preparaba algo. Llegaron cuatro tanques casi hasta aquí. Yo vi el primero al salir, enseguida se paró. Una granada había destruido una de sus orugas, que se desenrolló de un golpe con un espantoso ruido a chatarra, pero el cañón del tanque no se encasquilló por tan poca cosa. Aga­rramos un lanzallamas; lo fastidioso con ese siste­ma es que hay que abrir la cúpula del tanque antes de utilizar el lanzallamas, de no ser así estalla (co­mo las castañas) y los tipos en el interior no se cuecen bien. Entre tres fuimos a abrir la cúpula con una sierra para metales, pero llegaban otros dos tanques, y hubo que hacerlo saltar sin abrirlo. El segundo saltó también y el tercero dio media vuel­ta, pero era una finta, porque había llegado marcha atrás; por eso nos asombraba un poco verlo tirar sobre los tipos que lo seguían. Como regalo de cum­pleaños nos envió doce obuses del 88; habrá que reconstruir la casa si queremos usarla de nuevo, pero será más rápido agarrar otra. Finalmente nos deshicimos de ese tercer tanque cargando una ba­zooka con polvo para estornudar, y los del interior se golpearon tanto el cráneo en el blindaje que no sacamos más que cadáveres. Sólo el conductor vi­vía todavía un poco, pero se había agarrado la cabe­za en el volante sin poder sacarla, así que antes de estropear el tanque, que no tenía nada, se cortó la cabeza del tipo. Detrás del tanque llegaron motoci­clistas con fusiles ametralladoras haciendo un ruido del demonio, pero pudimos acabar con ellos gracias a una vieja segadora. Mientras tanto, también nos llegaban sobre la cabeza algunas bombas, y hasta un avión que nuestra artillería antiaérea acababa de derribar sin hacerlo a propósito, porque en princi­pio tiraba sobre los tanques. En la compañía per­dimos a Simón, Morton, Buck y P. C., Y nos quedan los demás y un brazo de Slim.

 

V

Siempre rodeados. Ahora llueve sin parar des­de hace dos días. El techo no tiene más que una teja de cada dos, pero las gotas caen justo donde deben y realmente no nos mojamos. No sabemos cuánto tiempo va a durar todavía esto. Siempre patrullas, pero es bastante difícil mirar por un periscopio sin entrenamiento y es cansador que­darse con el barro encima de la cabeza más de un cuarto de hora. Ayer encontramos otra patrulla. No sabíamos si eran los nuestros o los de enfrente, pero bajo el barro no nos atrevíamos a tirar porque los fusiles explotan enseguida. Intentamos cualquier cosa para deshacernos del barro. Le echamos nafta encima; al arder se seca, pero después uno se quema los pies al caminar sobre él. La verdadera solución consiste en cavar hasta la tierra firme, pero es mu­cho más difícil hacer patrullas en la tierra firme que en el barro. Al final terminaríamos por arre­glarnos más mal que bien. Lo molesto es que había tanto que empezó a haber marejadas. Ahora está bien, está en la barrera, pero desdichadamente den­tro de un rato volverá a subir al primer piso, y eso es desagradable.

 

VI

Esta mañana me ocurrió una fea aventura. Es­taba debajo del depósito tras la barraca, preparando una buena broma a los dos tipos que se ven bien con los gemelos tratando de localizarnos. Tenía un pequeño mortero del 81 y lo arreglaba en un coche­cito de bebé, y Johnny debía camuflarse de campe­sina para llevarlo, pero primero el mortero se me cayó en el pie; eso no es nada más que lo que me sucede todo el tiempo en este momento, y luego salió el tiro mientras yo me tiraba al suelo agarrán­dome el pie, y uno de esos aparatos con aletas fue a estallar en el segundo piso, justo en el piano del capitán que estaba tocando Jada. Hizo un ruido del demonio y el piano se vino abajo, pero lo más molesto fue que el capitán no tenía nada, en todo caso nada suficiente para impedirle golpearse duro. Por suerte, inmediatamente después llegó un 88 al mismo cuarto. No pensó que lo habían localizado por el humo del primer tiro y me agradeció dicien­do que le había salvado la vida haciéndolo bajar; para mí, no tenía ya ningún interés a causa de mis dos dientes rotos y también porque todas sus bo­tellas estaban justo bajo el piano.

Cada vez estamos más rodeados, nos tiran en­cima sin descanso. Felizmente, el tiempo comienza a despejarse, ya no llueve más que nueve horas de cada doce, dentro de un mes podemos contar con refuerzos por avión. Nos quedan tres días de ví­veres.

 

VII

Los aviones empiezan a lanzarnos paquetes por paracaídas, pero me agarro una flor de decepción al abrir el primero, porque adentro había una ca­terva de medicamentos. Se los cambié al doctor por dos barras de chocolate con avellanas, del bueno, no esa chanchada de raciones, y medio frasco de cognac, pero se desquitó al arreglarme mi pie aplas­tado. Tuve que devolverle el cognac, si no en este momento no tendría más que un pie. Arriba em­pieza a roncar de nuevo, hay un pequeño claro y envían más paracaídas, pero esta vez son tipos, se diría.

 

VIII

Sí que eran tipos. Hay dos divertidos. Parece que se pasaron todo el trayecto haciéndose tomas de judo, largándose castañazos, rodando bajo todos los asientos. Saltaron al mismo tiempo y jugaron a cortarse las cuerdas de sus paracaídas con el cu­chillo. Desdichadamente, el viento los separó, enton­ces se vieron obligados a seguir a tiros. Raramente vi tan buenos tiradores. Ahora los están enterrando porque cayeron de un poco alto.

 

IX

Estamos rodeados. Nuestros tanques volvieron y los otros no aguantaron. Yo no pude luchar seria­mente a causa de mi pie pero alenté a los amigos. Era muy excitante. De la ventana veía bien, y los paracaidistas llegados ayer se ajetreaban como dia­blos. Ahora tengo un fular de seda de paracaídas amarillo y verde marrón, y pega con el color de mi barba, pero mañana voy a afeitarme para el permi­so de convalecencia. Estaba tan excitado que le tiré un ladrillo a la cabeza a Johnny, que acababa de fallar uno, y ahora tengo dos nuevos dientes de me­nos. Esta guerra no es nada buena para los dientes.

 

X

El hábito embota las impresiones. Le dije eso a Huguette —tienen esos nombres— al bailar con ella en el Centro de la Cruz Roja, y ella replicó: "Usted es un héroe", pero no tuve tiempo de encon­trar una respuesta fina porque Mac me golpeó en el hombro, entonces tuve que dejársela. Los otros hablaban mal, y esa orquesta tocaba demasiado rá­pido. Mi pie todavía me molesta un poco pero den­tro de quince días todo habrá terminado, nos vol­vemos. Me abalancé sobre una de nuestras chicas, pero el paño del uniforme es demasiado espeso, eso también embota las impresiones. Hay muchas chi­cas aquí, y bien que comprenden lo que se les dice; eso me hizo ruborizar, pero no hay gran cosa que hacer con ellas. Salí y encontré enseguida a muchas otras, no el mismo tipo, más comprensivas, pero es quinientos francos el mínimo, y todavía porque es­toy herido. Es curioso, éstas tienen acento alemán.

Después perdí a Mac y tomé mucho cognac. Esta mañana me duele horriblemente la cabeza en el sitio en que golpeó el P.M. No tengo más dinero, porque al final compré cigarrillos franceses a un oficial francés, y bien que me dolió. Acabo de arro­jarlos, son de lo más repugnante, hizo bien en des­hacerse de ellos.

 

XI

Cuando uno sale de los negocios de la Cruz Roja con una caja para poner los cigarrillos, el jabón, las golosinas y los diarios, los ojos lo siguen a uno por la calle, y no comprendo por qué, porque segura­mente ellos venden su cognac bastante caro para poder comprarse cosas también, y sus mujeres tam­poco se regalan. Mi pie está casi totalmente curado. Creo que no me voy a quedar mucho tiempo más aquí. Vendí los cigarrillos para poder salir un poco y luego le pegué un sablazo a Mac, pero él no los suelta fácilmente. Empiezo a aburrirme. Esta no­che voy al cine con Jacqueline, a ésta la encontré ayer a la noche en el club, pero creo que no es in­teligente porque me saca la mano cada vez que la pongo y no se mueve nada al bailar. Estos solda­dos de aquí me horrorizan, son demasiado desali­ñados, y no hay dos que lleven el mismo uniforme. En fin, no hay nada que hacer, salvo esperar esta noche.

 

XII

De nuevo aquí. De todos modos, nos aburría­mos menos que en la ciudad. Avanzamos muy lentamente. Cada vez que se termina la preparación de artillería se envía una patrulla, y cada vez que esto pasa, uno de los tipos de la patrulla vuelve descalabrado por un francotirador. Entonces se vuelve a empezar la preparación de artillería, se en­vían los aviones, que demuelen todo, y dos minutos después los francotiradores empiezan a tirar otra vez. En este momento vuelven los aviones, cuento setenta y dos. No son aviones muy grandes, pero el pueblo es pequeño. De aquí se ven las bombas ca­yendo en espiral, y eso hace un ruido un poco aho­gado, con lindas columnas de polvo. Se volverá al ataque, pero primero hay que enviar una patrulla. Qué suerte, yo formo parte. Hay que hacer más o menos un kilómetro y medio a pie, y no me gusta caminar tanto tiempo, pero en esta guerra nunca nos piden que escojamos. Nos apretujamos detrás de los escombros de las primeras casas y creo que de un extremo al otro del pueblo no queda una sola en pie. No parece que queden muchos habitantes tampoco, y los que vemos ponen una cara curiosa cuando la conservaron, pero tendrían que compren­der que no podemos correr el riesgo de perder hom­bres para salvarlos con sus casas; las tres cuartas partes del tiempo son casas muy viejas y sin inte­rés, y además, ese es el único medio que tienen de deshacerse de los otros. Esto, por otra parte, en ge­neral ellos lo comprenden, aunque algunos piensen que no es el único medio. Después de todo, eso les concierne, y tal vez tenían afecto por sus casas, pero seguramente no tanto en el estado en que ahora están.

Continúo mi patrulla. Todavía soy el último, es más prudente, y el primero acaba de caer en el crá­ter de una bomba lleno de agua. Sale con el casco lleno de sanguijuelas. También trajo un pescado gordo todo atontado. Al volver, Mac le enseñó a hacerse el guapo, y no le gusta el chewing-gum.

 

XIII

Acabo de recibir una carta de Jacqueline, debió dársela a otro tipo para ponerla en el correo, por­que estaba en uno de nuestros sobres. Realmente, es una chica extraña, pero probablemente todas las chicas tienen ideas singulares. Ayer retrocedimos un poco, pero mañana volvemos a avanzar. Siempre los mismos pueblos completamente derruidos, es bastante melancólico. Encontramos una radio nue­vita. Están probándola, no sé si realmente se pue­de reemplazar una lámpara por un pedazo de vela. Pienso que sí: oigo que está tocando Chattanooga, lo bailé con Jacqueline un poco antes de irme de allí. Pienso que voy a responderle, si todavía tengo tiempo. Ahora es Spike Jones; también me gusta esa música, y me gustaría mucho que todo termina­ra para irme a comprar una corbata civil con rayas azules y amarillas.

 

XIV

Dentro de un rato nos vamos. De nuevo esta­mos muy cerca del frente y empiezan a llegar los obuses. Llueve, no hace mucho frío, el jeep anda bien. Vamos a bajar para seguir a pie.

Parece que se empieza a sentir el fin. No sé en qué lo ven, pero quisiera tratar de librarme lo más cómodamente posible. Todavía hay lugares donde la pelea es dura. No se puede prever cómo será.

Dentro de quince días tengo un nuevo permiso, y le escribí a Jacqueline que me esperara. Tal vez hice mal, no hay que dejarse agarrar.

 

XV

Sigo parado sobre la mina. Salimos esta maña­na de patrulla y yo caminaba último como de cos­tumbre, todos pasaron al lado, pero yo sentí el dis­parador bajo mi pie y me paré en seco. Sólo estallan cuando se saca el pie. Lancé a los demás lo que tenía en mis bolsillos y les dije que se fueran. Estoy solo. Debería esperar que vuelvan, pero les dije que no volvieran, y podría tratar de arrojarme cuerpo a tierra, pero me horroriza vivir sin piernas... No guardé más que mi libreta y el lápiz. Voy a lanzar­los antes de cambiar de pierna, y es absolutamente necesario que lo haga porque ya estoy cansado de la guerra y porque siento un hormigueo.

 

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